“Unless the Lord builds the house, the builders labor in vain.”
(Psalm 127:1)

Dear brothers and sisters in Christ,

As a parish community, we have experienced a trial by fire—an event painful and profound, yet not impossible to overcome with the help of God.

As parish administrator, I have faced many difficult situations involving the maintenance and care of church buildings throughout the various places I’ve served over the past 15 years of ministry. Yet today, I feel small in the face of this situation. Still, I do not lose hope or the deep trust I place in the One who can do all things, our Lord.

As I watched our church engulfed in flames, the smoke rising to the heavens and ashes falling to the ground, the faces and names of each member of our parish community passed through my mind. I know many of you are also suffering deeply. I pray that God grants us strength, and that—united with Christ—our sadness may be transformed into renewed joy. I wish that transformation could come immediately, but I know it will come in God’s perfect time.

I am deeply grateful to the person who recognized the danger and called 911, and to the firefighters, police officers, and investigators who responded quickly and professionally, preventing an even greater tragedy. I also thank our Bishop, Barry Knestout, my brother priests, and members of other parishes and organizations who have shown us such kindness and solidarity.

I especially want to thank Father Rob and the parish staff, who have courageously taken the lead in managing this challenging situation at our beloved church.

These are the moments when God calls us to be united in prayer. May Saint James, Saint Joseph, our Blessed Mother, and all the saints intercede for us, so that—through faith and perseverance—our church may bloom once again as a house of God, where we can praise Him for His immense greatness.

With hope in Christ,
Fr. Marlon Portillo
Parish Administrator

“Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles.”
(Salmo 127:1)

Hermanos y hermanas en Cristo:

Como comunidad parroquial hemos vivido una prueba, literalmente, de fuego—una experiencia dolorosa, pero no imposible de superar con la ayuda de Dios.

Como administrador parroquial, me ha tocado enfrentar muchas situaciones difíciles relacionadas con el mantenimiento y cuidado de templos en los diversos lugares donde he servido durante estos 15 años de ministerio. Sin embargo, hoy me siento pequeño ante la magnitud de esta situación. Y aun así, no pierdo la esperanza ni la confianza puestas en Aquel que todo lo puede, nuestro Señor.

Mientras observaba nuestro templo envuelto en llamas, con el humo elevándose al cielo y las cenizas cayendo, pasaban por mi mente los rostros y nombres de cada miembro de esta comunidad parroquial. Sé que muchos están sufriendo esta pérdida profundamente. Oro para que Dios nos conceda fortaleza, y que, unidos a Cristo, esta tristeza llegue a transformarse en una alegría renovada. Quisiera que esa transformación ocurriera de inmediato, pero sé que todo se da en el tiempo perfecto de Dios.

Agradezco sinceramente a la persona que, al identificar el peligro, llamó al 911. Agradezco a los bomberos, policías e investigadores que actuaron con rapidez y profesionalismo, evitando que esta tragedia fuera aún mayor. También expreso mi gratitud a nuestro Obispo Barry Knestout, a mis hermanos sacerdotes y a los miembros de otras parroquias y entidades que han mostrado su cercanía y solidaridad con nosotros.

Agradezco de manera especial al Padre Rob y al personal parroquial, quienes han estado al frente, con valentía y entrega, en medio de esta difícil situación.

Son momentos en los que Dios nos llama a estar unidos en oración. Que Saint James, San José, nuestra Madre Santísima y todos los santos intercedan por nosotros, para que, con fe y perseverancia, nuestro templo vuelva a florecer como casa de Dios, donde podamos alabarlo por su inmensa grandeza.

Con esperanza en Cristo,
Padre Marlon Portillo
Administrador Parroquial